Fumar es el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas y muerte en el mundo, siendo la nicotina la principal sustancia adictiva presente en los productos del tabaco. En la actualidad existen tratamientos efectivos para dejar de fumar, incluyendo los tratamientos farmacológicos con bupropion y vareniclina como también las terapias de reemplazo de nicotina, que han sido evaluadas y aprobadas por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y la mayoría de las agencias reguladoras del mundo.
Los cigarrillos electrónicos han sido introducidos en el mercado como una alternativa para dejar de fumar o reducir el consumo de tabaco. Se trata de dispositivos constituidos básicamente por 3 elementos: la batería, el atomizador y el cartucho.
Estos elementos se ensamblan formando una unidad, que produce un vapor que se aspira y que no contiene tabaco pero sí nicotina. Esta simulación del acto de fumar se llama “vapeo”. Los dispositivos fueron evolucionando en busca de diseños atractivos, baterías más grandes y recargables, líquidos de recarga intercambiables, sabores diversos y “experiencias de vapeo” más satisfactorias, las cuales siguen una lógica de mercado. Su consumo mundial ha crecido exponencialmente a pesar de que muy pocos países lo han aprobado para su venta libre y menos aún como dispositivo específico para dejar de fumar.
Los fabricantes de estos dispositivos no proporcionan información completa sobre los productos químicos utilizados en su proceso de fabricación como los que pueden ser liberados o producidos en el proceso de generación de vapor durante su uso. Los estudios realizados revelan que los vapores contienen sustancias tóxicas y cancerígenas, como el cromo, plomo y níquel, siendo los niveles de este último más elevado que los detectados en el humo de los cigarrillos convencionales.
No existe evidencia científica para afirmar que los cigarrillos electrónicos sean efectivos para dejar de fumar en comparación con los tratamientos actuales aprobados. Los efectos adversos a corto plazo son muy frecuentes y moderados, pero pueden llegar a ser graves como la intoxicación aguda por exposición al líquido a vaporizar y por el daño potencialmente severo producido por explosión de la batería.
Aún no se ha establecido la seguridad de su uso a largo plazo.
En nuestro país, la ANMAT ratificó la decisión adoptada mediante la disposición Nº 3226/11, de prohibir la importación, distribución, comercialización y la publicidad o cualquier modalidad de promoción del cigarrillo electrónico en todo el territorio nacional debido a la escasa evidencia sobre la eficacia y seguridad a largo plazo del cigarrillo electrónico.
María Laura Ferreirós Gago
Médica especialista en Medicina Interna y en Toxicología.
Unidad de Toxicología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez
Centro de Vigilancia y Seguridad de Medicamentos (FMED-UBA).
lauraferreiros@farmacologia.com.ar
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